Por: Gabriel García Márquez
El criado llega aterrorizado a casa de su
amo.
—Señor —dice— he visto a la Muerte en
el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le
dice:
—Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el
señor se encuentra la Muerte en el mercado.
—Esta mañana le hiciste a mi criado una
señal de amenaza —dice.
—No era de amenaza —responde la Muerte—
sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde
tengo que recogerlo allá.
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