jueves, 9 de febrero de 2012

El engaño

Por: Carlos Af


Las manos le tiemblan al sacar la llave de la cartera.
El llamado la había descolocado completamente. Oscar, su marido, no podía estar engañándola mientras ella ganaba el dinero necesario para pagar la hipoteca. “Lo vi entrar, y a los pocos minutos vi entrar a una mujer”, le había advertido su vecina y amiga.
Sus manos torpemente buscan la cerradura en el más absoluto silencio. Quiere sorprenderlo allí, en el momento justo. Sabe que el más mínimo ruido la pondría en evidencia.
La llamada no pudo ser más oportuna, ya que en ausencia de su jefe -de viaje de negocios en Londres- ella podía ir y venir a su antojo, sin que nadie la controlase. Aprovechó el primer taxi que pasó por la avenida y casi balbuceando le indicó el destino al conductor. El tránsito jugó a su favor, y en pocos minutos estaba frente a su departamento, maldiciendo a su marido en el silencio de la quietud previa a la tormenta…
Media vuelta de llave… Y la puerta cede levemente. Puede percibir el perfume de mujer del otro lado, invadiendo sus pulmones. “Ni siquiera se tomaron el trabajo de cerrar con llave”, piensa.
Mientras respondía con silencio al inútil intento del chofer del taxi de comenzar una charla, planificó cuidadosamente su accionar al sorprender al infractor. ¿Quién sería la destructora de su paz y armonía? ¿Justo ahora viene a pasar esto? ¿Justo ahora que ,en apenas dos días más, debía alcanzar a su jefe en Inglaterra para colaborar con el lanzamiento del producto a nivel mundial? Tres años de su vida tras este logro… Y Alan, su jefe, la necesitaba con todas las energías enfocadas en esto.
Sigilosamente se descalza en la entrada para no hacer ruido. Deja a un lado su cartera y tapado de piel. Ahora siente desprecio por ese tapado. Se lo regaló Oscar la última navidad. Paso a paso se dirige hacia la habitación. Siente ruidos… Una mujer está hablando…
Mientras subía el ascensor pensó dirigirse primero a la cocina y tomar un cuchillo, pero la sangre nunca fue su punto fuerte. Armas no tenía, a pesar de la insistencia de Oscar por adquirir una como defensa personal. De todas maneras, creyó que lo mejor era descubrir la infamia, superar el conflicto, y reunirse con su jefe con la entereza de una Secretaria Ejecutiva de Dirección bien pagada. El resto, lo harían los mejores abogados que el dinero pueda comprar. Oscar no estaba pasando un buen momento, y tendría que ceder a todos sus caprichos.
La voz se hace más fuerte. Siente los jadeos de Oscar. Su furia se vuelve incontenible, y como un huracán abre la puerta del dormitorio.
La única persona que atiende su súbito ingreso fue Paula, su hermana.
“Él me llamó desesperado, me dijo que había hecho una locura!!!”. Dice Paula con visible consternación y lágrimas en los ojos. Su rostro está desfigurado y sus ojos llenos de odio miran fijos a los de su hermana. “¡¡¡¿Qué hiciste Liz?!!!”.
A su lado, está el cuerpo de Oscar. Sus manos mezclan la sangre de sus venas abiertas con varias fotografías en las que se observa a Liz y Alan besándose apasionadamente en el ingreso de un albergue transitorio.
Londres tendrá que esperar…

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