Por: Franz Kafka
Era muy temprano
por la mañana, las calles estaban limpias y vacías, yo iba a la estación. Al
verificar la hora de mi reloj con la del reloj de una torre, vi que era mucho
más tarde de lo queyo creía, tenía que darme mucha prisa; el sobresalto que
produjo este descubrimiento me hizo perder la tranquilidad, no me orientaba
todavía muy bien en aquella ciudad. Felizmente había un policía en las
cercanías, fui hacia él y le pregunté, sin aliento, cuál era el camino. Sonrió
y dijo:
-¿Por mí quieres conocer el camino?
-Sí –dije-, ya que no puedo hallarlo por mí mismo.
-Renuncia,
renuncia -dijo, y se volvió con gran ímpetu, como las gentes que quieren
quedarse a solas con su risa.
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