Meto los pies a la
alberca. Me detengo y dudo por un momento si debo dudar. Es mejor no pensarlo.
Echo todo el cuerpo, que avisa con un fuerte plum su llegada.
Rápidamente, adelanto los
brazos y estiro las piernas, que se mueven sin que se los ordene y se abren
paso entre litros y litros de memorias acumuladas.
Me esperas al otro lado
de la alberca y me recibes con un beso, al cual respondo sin pedir explicaciones
ni promesas.
Mi cuerpo se estremece
entre tus dedos, que lo recorren suavemente, que lo desnudan; por dentro y por
fuera, para amarlo, para poseerlo unos instantes.
Me ofrendo a ti y me
tomas sin remordimientos, me aprietas contra tu pecho y me estrujas hasta
dejarme vacía. Te vas y me quedo flotando, con los ojos cerrados, sin saber si
esperarte o rendirme.
Nunca regresaste. Te sigo
buscando en el agua.
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